Voy andando hacia oriente detrás del eterno sol
intentando con mis manos su fulgor.
Convencido de su luz cada día un poco más
ya no temo que lo apague un horizonte
o se convierta en una estrella fugaz.
Con los pies sobre la tierra y la mente más allá
se que siempre falta un poco para poderlo alcanzar,
pero desde que recibo sus destellos
ya no puedo dejar de ir a su encuentro.
Pero a mi lado de pronto pasa un hombre cabizbajo,
va por ir a ningún sitio en especial
porque no encuentra el motivo de sus pasos;
alzo mi mano hacia el cielo, lo convido con mi sol,
o cualquier otro que guste como brilla
hasta podría descubrir uno mejor.
Sin pretender llegar al sol la vida pierde todo su valor.
No importa cual sea ese sol, si brilla de tal o cual color,
solo debe ser intenso para llevar todo el tiempo
encendido el corazón.
Pato Ageitos