Como ya nada se me ocurría
y la inspiración entró a flaquear
salí a las calles a despejarme,
a caminar por caminar
y me encontré de cara a un mar de gente
que no hacía más que ir y venir.
Un loco suelto a contramano,
un vendedor a dos por diez,
una pareja déle arrumacos,
la barra buscando que hacer,
y esa mujer que ví una vez,
tan rubia, tan bonita que trastabillé.
Una gran marcha, cantos, pancartas,
Y los amigos del café,
ejecutivos, un croto, un mimo,
dos que discuten no se que,
y aquel chabón del revolcón,
paseando seis perros de raza en descontrol.
Y por las calles me fui tan solo a patear un rato,
pero de pronto sentí dos veredas a mi lado:
una la experiencia que camina,
otra la imaginación que vuela,
y entre ambas un sin fin de argumentos cotidianos,
tan inspirado me ví que volví apurando el paso.