Sentados casi al borde del olvido,
en la plaza de siempre tres ancianos
se encuentran para compartir un rato,
las cosas en común de cada quién.
Por eso es que repiten el cobijo
de aquel árbol que los tres han elegido,
que proclaman al sol “ su gran benefactor “
y tienen como amigas las palomas vecinas.
Comentan, ya con lujo de detalles,
el fútbol y las noticias del día,
un sueño de muchachos, algún que otro amorío,
sobre aquel barrio que les vio nacer.
Así se va otra tarde como tantas,
y una palmada al hombro los despide,
para seguir mañana en ese mismo sitio
cumpliendo con la eterna profecía
de esperar la última sombra
bajo los rayos de la vida.
Son la tercera edad y por primera vez,
la piel que siente mas de lo que muchos creen,
y el pelo que no en vano se les ha puesto blanco
por entregar al tiempo tanto hacer.